¿Libres o esclavas de los prejuicios?

Desde hace un tiempo en Occidente, puesto que en general ya no cultivamos el aprecio por la belleza en las escuelas ni en las casas, estamos permitiendo que toda esa bellísima urdimbre de tradiciones, conocimientos y contratos sociales se vaya diluyendo, y tanto académicos como políticos puedan considerarla impunemente una reliquia ideológica, un gasto inútil.

Nosotros, herederos del pensamiento Heleno, cultura en la que se basan nuestros estándares de belleza, para el caso; de belleza femenina: necesitamos resistir a los feismos que promueve un específico progresismo.

En especial el progresismo feminista que confunde a mansalva contextos antropológicos y al parecer desconoce nuestras raíces y nuestra herencia grecolatina.

Amiga feminista, tú que me lees. No desistas, no dejes de luchar. Pero por favor, piensa, detente un momento a pensar si es necesario abolir lo que somos (Occidente). Porque somos Occidente.

¿Por qué sería diferente la lucha perdiendo –necesariamente– esa percepción y cuido por las formas?

¿Es acaso obligatorio que su disrupción, su grito de rebeldía deba adaptarse y rechazar tales estándares?

¿Si finalmente somos libres, si vivimos en pleno siglo XXI y podemos protestar como queramos por qué no hacerlo cultivando principalmente nuestros saberes, salud y espíritu, en palabras de Zenón, esa dietética del alma, no creen?

No se dejen engañar amigas feministas, nuestros estándares no tienen que ver con la tradición capitalista, si es acaso esa la causa que las atribula. Viene desde mucho antes.

¿Acaso no se han fijado en las obras esculpidas por Fidias hace más de dos mil trescientos años atrás? Miren el tallado de «Atenea Lemnia» en la Acrópolis. Esas tres chicas de arriba son su continuación.

La verdadera pregunta sería ¿realmente queremos libertad, igualdad o respeto? Si queremos en realidad respeto…¿es esta la forma correcta de ganarlo?

Es una observación esteticista que ojalá deprede pronto la falsa analogía que brinda el empoderamiento mal encausado como exaltar el Reguetón, por ejemplo, y aquí no hablo sobre lo moral, que es lo más importante.

Curioso que Kant (naturalmente hombre de su época) En «Consideraciones sobre el sentimiento de lo bello y lo sublime» no desfase lo ético de lo estético. En cierta medida lo segundo es un reflejo de lo primero.

Posdata:

  1. No es esta una imposición, solo es una descripción contextual y coyuntural de una circunstancia que es evidente (el que se asuma que nuestro estándar de belleza occidental sea producto del capitalismo, cuando tiene un origen heleno puramente, específicamente dorio que es el que es apropiado por los pueblos de la Heliade, que eran anteriores a la concreción de la magna Grecia de Pericles).
  2. Es mi punto de vista coincientizado y asumido porque nuestros valores (justificia, bondad, nobleza, virtud) son reinterpretaciones de la cultura clásica que luego en el renacimiento se ven reforzadas (por algo el renacimiento se llamó renacimiento).
  3. Es una observación y explicación de lo anterior que generalmente o se desconoce o se descontextualiza en el debate sobre los estándares de belleza. Que toda esa cultura haya sido creada por el hombre (patriarcado) en detrimento a la mujer no es lo que cuestiono o niego aquí.
  4. Mi punto central lo respaldo diciendo que, en cualquier lectura de los clásicos, desde Sófocles hasta Eurípides o desde Menandro hasta Jenofonte, yéndonos a lo escrito por Platón en el Criton, cultivar el carácter y la emoción (ataraxia), el ornamento (accesorio), no hace falta, según éste mucho pervierte el alma (noxopronoxis) porque nos lleva a la ambición por lo material. Básicamente cultivar eso es estético desde esa visión.

3 comentarios en “¿Libres o esclavas de los prejuicios?

Deja un comentario